La aprendiz del zapatero
Solo con una invitación. Un día cualquiera, en una semana cualquiera, te vas a comer con tu madre y sin pensarlo te trasladas a tu niñez. Pero no por volver a tu hogar, al que ha sido tu refugio durante años, sino porque haces una parada en el camino. Aquí comienza la historia. Entre zapatos, suelas rotas y olor a pegamento, recuperas treinta años de tu vida. En un solo instante, te sientas en un viejo taller de un zapatero que aún disfruta con su trabajo. Todos los días hace lo mismo, todos los días arregla pisadas. Esas que llevan a distintos destinos. Sin poder imaginarse que gracias a él cada una de las personas que han pasado por su viejo y escondido taller recorrerán un camino distinto; que les llevará a vivir momentos felices y otros no tan felices, pero gracias a ello podrán lograr su destino. Es entonces donde esa niña, solo con una leve respiración se relaja durante un tiempo. Y esa niña pierde el tiempo. Y digo que lo pierde porque se olvida del reloj. Aprovecha ese...