jueves, 3 de mayo de 2012

De un tiempo a esta parte....

De un tiempo a esta parte,  no escribo, no entiendo por qué las palabras de han ido, por más que busco no las encuentro. De un tiempo a esta parte, no he sabido captar su atención, no he podido atraerlas a este mundo mágico, de sueños en las que gozaban de libertad, de gratitud y  fantasía. Las nombro a gritos pero no me contestan, es como si se hubieran vuelto sordas ante una clemencia. No me añoran, a mí que hasta hace unos meses vivía con ellas, formaban parte de mi vida  y me acompañaban siempre. Y, ¿Qué puedo hacer yo?, una simple soñadora que necesita de ellas para existir, que sin su presencia en mi vida no soy nada,que me rescatan cada vez que pueden y me enseñan un mundo distinto, complicado pero maravilloso. Esperaré a que vuelvan, a que me necesiten igual que yo las necesito a ellas.  Es por eso que no me desesperaré con el reencuentro, no desistiré hasta que las tenga de nuevo conmigo. Una nueva etapa nos espera. Alguien me ha dicho hoy sin nombrarlas que no tire la toalla; quizás ha sido en ese mensaje subliminal donde han vuelto a aparecer, a brillar. Me han devuelto la confianza. A vosotras, que supisteis rescatarme de lo profundo, que me brindasteis  la oportunidad de resurgir, es a vosotras a las que os dedico mi vuelta a casa.

viernes, 20 de enero de 2012

En el cajón de los recuerdos

Había guardado todo y cada uno de ellos, para que no se me olvidaran los veía y leía a diario. Fotos de mi infancia, de mi primer amor, de mis hijos, nietos y amigos. Me sentía como una universitaria preparándose un examen. Había días que se me escapaban, era una lucha constante por no borrarlos, la supervivencia de la memoria que poco a poco se desvanecía. En aquel cuarto, en ese cajón, bajo llave; los guardé con el miedo a que alguien mientras yo no me acordaba de quién era me los tirara a la basura, me los destruyera. Para ellos ya no eran importantes, para mí, mi sustento de vida. Hasta que un día en esa batalla contra la cordura me olvidé de dónde los guardaba, no encontraba ese cajón. Era el final, había llegado. La enfermedad me había derrotado. El único consuelo fue que nunca sabría si los habían destruido, en mi mente estarían allí de por vida.