sábado, 28 de diciembre de 2013


Nacemos inocentes sin saber que algún día esa inocencia desaparecerá. Esa magia que hace que todo sea insignificante a la vez que grandioso. En una edad que no nos paramos a pensar en nada, solo disfrutamos; perdemos el tiempo. Y cuando, nos hacemos adultos esa pérdida de tiempo nos parece una pérdida de vida, cuando es al revés ya que es la única manera de disfrutarla. La inocencia se transforma entonces en todo lo contrario, en culpabilidad. Por dedicarnos una tarde a no hacer nada, por jugar con nuestros hijos y no estar trabajando. Ni siquiera nos permitimos ese "lujo" de no pensar en algo. Sin mirar el móvil, sin llamar ni hablar con nadie. Disfrutando solo de nuestra soledad. Te paras y te preguntas. ¿En qué momento perdí esa inocencia?¿Cuándo se me escapó?. Lo único que tienes claro es que quieres recuperarla, quieres volver a sentir la tranquilidad del sueño, la paz del descanso. Y piensas.... ya es tarde, ya no existe en tu vida . Le has hecho demasiado hueco a la tristeza, a la ira, al desengaño o a la agonía. es tan grande la necesidad de contagiarte emocionalmente de los demás..... de proyectar en ellos tu propia vida, pero y si estás a tiempo y si en medio de esta neurosis cabe la pasión. Porque vivir sin ella es como vivir sin alma y eso es prácticamente imposible. Preocupados siempre por el reconocimiento social más que por el crecimiento personal. Por eso es el momento de VIVIR con mayúsculas. Levantarte con la necesidad imperiosa de lograr tus sueños, recuperar esa inocencia que no es ni más ni menos que la carencia de culpabilidad.

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