sábado, 3 de septiembre de 2011

Al paso de los años se le sumaron la desgracia, los hijos, los desengaños, la desesperación, pero nunca le vio una arruga, una donativo de la vejez. Permanecía joven, bella, vivaz y él la observaba con los ojos del alma, esos que enmascaran la realidad y distorsionan la verdadera visión de la cosas disfrazándola de espejismos, de contoneos que embelesan. Aún así hubo un atisbo de desagrado, sabía que no podía embestir al destino ni al desahucio de los sueños. Había llegado la hora, el momento de la despedida y no supo hacerlo porque carecía de valor.
Al encontrarlos alguien dijo: "Se han querido hasta la muerte"

Moni Escribano

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